Las almazaras que se repartían por todo el territorio testimonian la riqueza que el olivar ha proporcionado tradicionalmente a los habitantes del Somontano. Hubo almazaras en Abiego, Azlor, Barbastro, Buera…, Castillazuelo, Colungo, El Grado, Estadilla, Hoz de Barbastro, Laluenga, Mipanas, Pozán de Vero, Radiquero, Rodellar, Salas Bajas… Las de Adahuesca, Alquézar, Peralta de Alcofea y Salas Altas, de carácter vecinal, permanecen aún en activo.
Esta concentración de molinos en el Somontano da idea de lo extendida que estaba la producción, que generó abundantes excedentes incentivando el comercio del aceite. A su vez, este comercio (especialmente con la región levantina) documentado desde el siglo XVI, dio origen a una importante produccion de botos de cuero para el transporte de aceite, que monopolizaban los boteros locales.
Durante el Antiguo Régimen la explotación y propiedad de los molinos de aceite, al igual que las de los harineros, los pozos de hielo y otros medios de producción correspondían al clero, los Concejos Municipales, nobles o ciudadanos bien situados. En épocas recientes las almazaras pasaron a ser explotadas a través de sociedades de varios labradores que poseían acciones del torno.
Los elementos básicos para producir aceite en las almazaras del Somontano eran la muela cilíndrica para molturar las olivas y una prensa de libra para extraer el aceite. A lo largo del XX y en función de sus posibilidades económicas, muchos tornos se modernizaron: se electrificaron y aparecieron los molinos de rulos y las prensas hidráulicas, más pequeñas y eficaces.