Hoy en día, con el avance tecnológico existente, debe valorarse también cómo y de qué manera se obtienen los productos. La falta de información del consumidor motivada por unos productores poco preocupados en dar personalidad a sus aceites, nos ha convertido en analfabetos oleícolas. Creyendo que por llevar más de veinte siglos produciendo aceite de oliva se conoce el producto, ha conseguido que seamos unos auténticos legos en nuestro producto estrella.
Productores y Administraciones nos han sumido en la ignorancia pactada porque es más barato y fácil elaborar aceite de oliva (que no debemos olvidar que suele estar compuesto de un 85% de aceite refinado y el resto, si hay suerte, de oliva virgen) que en elaborar aceite vírgenes extra que sí son el verdadero fruto de la aceituna y fuente de todas esas ventajas que se divulgan a los cuatro vientos.
Pero no todos los aceites de oliva virgen extra son iguales. Que hayan conseguido esa calificación no significa que sean productos excepcionales. Si el consumidor sigue sumido en la ignorancia de pensar que la acidez del aceite tiene que ver con su sabor, no servirá de nada que determinados productores se afanen por conseguir parámetros excepcionales mientras existan productos «menos cuidados» que rozan las exigencias necesarias para considerarse vírgenes extra.
El miedo de un sector muy frágil, en la que cualquier información negativa siembra el pánico, hace que los mediocres se apoyen en el carro de las empresas que luchan por conseguir aceites con personalidad. Que luchan porque se reconozca la valía de nuestros aceites en el mundo, que son los mismos que empresas italianas llevan vendiendo como suyos muchos años, ganando premios cuando son de procedencia española.
¿No sería mejor educar al consumidor que ocultar los errores que algunas empresas cometen?
Oleoturismia quiere poner todo de su parte para apoyar los productos de categoría excepcional y que la Administración debería premiar generando una categoría superior a la existente en estos momentos.
Si luego hay empresas que quieren inflar precios…el mercado es libre (¿no se pagan miles de euros por una botella de vino?). Pero los/las empresarios/as serios/as que generan aceites excepcionales y que los venden a un precio razonable, tienen que tener visibilidad.
La información es poder en todos los ámbitos de nuestra vida, en la medida de lo posible, intentaremos transmitirles toda la que podamos
Hola Santiago. Gracias por tu comentario. Es mucho el camino que tenemos que andar todos los agentes implicados en el mundo del aceite de oliva, desde los consumidores a la Administración. Es curioso que menciones a la Interprofesional porque no sé a quién ayuda en su promoción del aceite de oliva…y remarco lo del aceite de oliva porque ese es su lema. Yo me he puesto en contacto con ellos y sólo he obtenido el silencio como respuesta.
Debe ser que no he gritado lo suficiente…Si necesitas algo de Oleoturismia, aquí estamos.
Un abrazo
Hola Mar,
Estoy muy de acuerdo en muchas de las cosas que dices.
Sin embargo, en mi opinión las razones del desconocimento de los consumidores españoles sobre los tipos de aceite de oliva son más complejas y se originan en el descubrimiento,a comienzos del s-XX, de la refinación industrial( que revoluciona el consumo de grasas en el mundo) y su aplicación a los aceites defectuosos ( lampantes). ( en mi blog hablo de este tema al inicio de la entrada «El Renacimiento del Aceite de Oliva Virgen)
Hoy día, el sector dispone de los medios económicos, a través de la Interprofesional del Aceite de Oliva, para acometer, de forma paulatina e inexcusable, la solución del problema, veremos que pasa…
Creo que la Administración debería ocuparse de garantizar que lo aceites en el mercado correspondan efectivamente a la tipología que mencionan sus etiquetas ( virgen extra, virgen, o aceite de oliva), sin embargo creo que dentro de cada tipo, y especialmente en el caso virgen extra, los segmentos deben establecerlos los consumidores, esto es el propio mercado.
Un saludo cordial, estoy deseando conocerte personalmente.
Santiago Botas
¡chapó!