Se trata de tomar un ecosistema, o de recrearlo, – dándose cuenta de que lo es – simplificar su estructura y especializar sus comunidades (lo necesario para obtener producción, pero sin afectar de forma irreversible a su estabilidad), cerrar los ciclos de nutrientes y dirigir el flujo de energía hacia los productos cotizados (en nuestro caso las aceitunas y el aceite). Se dice fácilmente, pero, ¿cómo se hace?.

Una advertencia importante
Para poner en cultivo  un territorio  hay que “simplificar la estructura” –  como dice  el profesor Monserrat – del ecosistema que contiene.  Hay que quitar de en medio  a aquellos seres, o conjuntos de seres, que molestan; por alguna razón, porque compitan con el cultivador en el aprovechamiento del producto buscado; o porque compitan  con la planta por el agua, los nutrientes, la luz o el mismo espacio para vivir; o, simplemente, porque estorben en el acceso para la recolección o las tareas de cuidado; o por lo que sea. Lo que está claro es que desde que el hombre empezó a hacer agricultura, siempre ha empezado simplificando, y ha seguido, a lo largo de toda la historia, manteniendo esa simplificación inicial o haciéndola mayor. 

Fuente: Manuel Pajarón Sotomayor